Hace tan solo unos días, después de un largo trayecto de dolor e incertidumbre, falleció un amigo.

Poco tiempo antes partió una maestra de vida, alguien que guió buena parte de mi camino dentro de la educación.

La muerte se apresuró para ellos. Una sensación de desamparo me invade al ver culminar, físicamente, la vida de algunas de mis personas brújula: aquellas que, con su voz, fuerza, compromiso y congruencia, iluminaron mi andar elegido.

Desde niña recuerdo haber buscado y reconocido “personas brújula”: caminantes de fortaleza y valentía, capaces de nombrar realidades, emociones y creencias que yo intuía, pero aún no sabía cómo habitar.

Ellos me ayudaron a poner palabras, a desafiar ideas y a construir un rumbo propio.

Fueron faros que, con su luz, me permitieron transitar de manera congruente, confiable y elegida.

Mi maestro en las Terapias Narrativas, Michael White, también murió antes de tiempo. Él me regaló palabras para mis emociones y sentires, tanto en mi trabajo terapéutico con personas y comunidades como en mipropio camino vital.

Su manera de nombrar y acompañar sigue guiando mis pasos y nutriendo el sentido de mi práctica.

Con los años, algunos de esos faros se apagan o atenúan su luz. Y quienes nos inspirábamos en su claridad, por momentos quedamos desamparados, desnorteados. Sin embargo, su legado permanece ennosotros.

Pese al dolor, recordamos, agradecemos y seguimos el camino, sosteniendo los valores que ellos nos transmitieron: justicia, respeto, compromiso.

Hoy, desde mis propios años —que ya transitan la madurez y el desafío de envejecer con sentido—percibo cuán fácil es, sin darnos cuenta, “morir antes de tiempo”: dejar que el miedo, el cansancio o los prejuicios apaguen nuestra voz, nuestra curiosidad, nuestra ternura.

Las muertes recientes de mis personas brújula me recuerdan que el verdadero riesgo no es envejecer, sino renunciar a seguir creciendo mientras estamos vivos.

Ellos me enseñaron que la edad no tiene por qué estrechar el horizonte: que siempre es posible nombrar lo que importa, rebelarse ante lo injusto, buscar belleza, sostener valores, tender la mano.

En Vivir Creciendo encuentro y propongo un lugar para encarnar esa lección; para seguir poniendo palabras, incluso cuando la vida se acorta, y sostener la certeza de que, aun en la vejez, podemos ser luz —para nosotros y para otros— si no permitimos que nuestro espíritu se retire antes de tiempo.

¿Y tú? ¿Has tenido también tus propias “personas brújula”? Te invitamos a compartir sus huellas y aprendizajes en este blog, en nuestra comunidad

Vivir Creciendo.

Sobre la autora

Nurit Mileris, cofundadora de Vivir Creciendo, es psicoterapeuta con más de 30 años de experiencia en terapia individual, familiar, de pareja, grupal y comunitaria. Nacida en Uruguay y residente en México, se ha formado en Educacion y en Terapia Fam Sistemica. Especializada en Terapia Narrativa, Colaborativa y Reflexiva, Terapias Comunitarias, Terapias Existenciales, escritura terapéutica, mindfulness y coaching ontológico. Ha acompañado a personas, grupos y comunidades en México, Uruguay, Argentina y Brasil, y participa activamente en la formación de terapeutas. Con Vivir Creciendo impulsa una visión del envejecimiento como una etapa de creatividad, solidaridad y plenitud.

 

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